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lunes, 24 de mayo de 2010

El extraño caso de los billetes de 500 pesos.

Uno de los casos más peculiares que recuerdo de mi estancia en Santo Domingo es el que llamará “el extraño caso de los billetes de 500 pesos”. Y… mierda, nada más de acordarme me gana la risa.

Corría el año de 2002, cuando Jorge Bedoya, igual de ocupado que yo, entró al salón de MCS con el periódico del día. El señor Bedoya había descubierto la que debe estar en los primeros 10 lugares de noticias inverosímiles.

Resulta y viene a ser que un señor en Moca fue a presentar una demanda en contra de un brujo por -escuche usted- fraude.

La historia era más o menos así: el demandante se acercó a un brujo, que muy solicito, y a cambio de una cuota fija, le ofreció el que debe ser el mejor negocio del mundo. Tomar billetes –en Santo Domingo les dicen papeleteas- de 20 pesos, y convertirlos, por sus artes mágicas, en billetes de 500.

Sin ir más lejos, hay miles de preguntas que, al escéptico natural que escribe esta vaina, se le ocurren, siendo la principal
Si el tíguere ese puede convertir billetes de una denominación a otra, ¿cómo para qué carajo tiene que cobrar?
Pero, eso no es todo… ¿Cómo para qué tendría que hacer pública la proverbial mina de oro?

Pero, yo no estoy aquí para juzgar a ese pendejo, sino para aguantarme la risa el tiempo suficiente para acabar este blog post. Y es que la cosa no termina ahí. Para lograr su cometido, el nigromante requería diversos ingredientes, entre los que estaban cigarrillos. Si, cigarrillos-de tabaco. Y me imagino que el demandante estaba fumando de los otros cuando se le hizo buena idea pedir el encargo… but I digress, como dicen north of the border.

Después de llevar una cantidad importantes de billetes, y paquetes de cigarros al brujo, este le dijo al demandante que regresara después de tres días, y ahí iba a estar su dinero. Y que entonces le pagara sus honorarios. Pero el demandante sospechó que lo querían timar cuando, después de una semana, el brujo no sólo no había producido los billetes de quinientos pesos… además, no aparecía, punto.

Y es que no me quiero ni imaginar la escena en el ministerio público de Moca:

-Miiiiiiire, vengo a levantar una demanda por fraaaauude…

-¿Y que tú dices que pasó?

-Pues naaaa… (y le relata lo que sucedió).

En ese momento, el juez da un manotazo sobre la mesa, y dice algo como

-Pero……… tu tá relajándome, eso no he veldá.

-Nooooooooo…eso ehasí.

-Cooooño. ¿¡Wilmer, que tútaciendo!? Denuncia de asesinato… dejaesavaiana y coje pacá, que el muelto, pos yasta muelto, no se va a ir…tú tiene que oír eto…

El juez, visiblemente perturbado (porque no se aguanta la risa) le pide al demandante –don, ecúseme, peeero, repita su declaración, por favor…

Y después de que el demandante repite su declaración…

-Wilmer, ¿tutá oyendo? Oyesavaina… papeletas de 20 para 500, y apalte, cigarrillos… diablos, por eso no aparece el tiguere…cójeme el celular y vamos a llamar a Jochi Santos…¿Qué tu crees? JAJAJAJA oyesavaina…

A veces la realidad supera a la ficción. Porque, de verdad, me cae que si me invento este cuento, me mandan al demonio por pendejo.

Desafortunadamente, no tengo la referencia documental del artículo, pero, como no me canso de repetir, todo lo que aquí refiero, es verdad. Yo lo ví con estos ojos que se han de comer los gusanos.

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