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martes, 24 de agosto de 2010

El extraño caso de la Pelícuas para Adultos

Hace tiempo, buscando en el cuartito de Mr. Movies, una franquicia de videoclubs dominicanos, me encontré una película que me llamó la atención: The Santo Domingo Connection. Solo para que no quede lugar a dudas, el cuartito de Mr. Movies es donde están las películas porno. Ejerciendo la sana curiosidad que siempre me ha caracterizado, me puse a buscar referencias en internet, y encontré un tráiler de la película. Cuando mis panas lo vieron, confirmaron que se veían vistas típicamente dominicanas, como la carretera Mella, o la ciudad colonial.

So far, so good. La cosa se puso chistosa cuando Alejandro dijo algo al efecto de “oh… pero yo estaba ahí, cuando filmaron esa película”. En ese momento, se hizo un silencio incómodo, y yo estaba a punto de pronunciar la primera ley de los chat rooms de internet (pics, or it didn’t happen), cuando Tico, se hizo portavoz de la inconformidad del grupo, y la puso en palabras con una genialidad que nunca hubiera podido igualar:

“Pero, Alejandro… yo creí que éramos amigos… ¿por qué no avisaste?”

Y entonces nos contó como él y Kenia, y creo que Freddy y Dolores, estaban cenando en Pat’e Palo, cuando descubrieron que en una de las mesas aledañas, a pesar de estar ocupada, no había comensales. Nunca pude obtener una descripción pormenorizada de los actos - algo así como empezaron con una felación para después pasar a un vaquera de espalda, y terminar con un ariete… no sé si por pudor de los testigos, o porque sólo yo conozco los términos técnicos del particular. Lo que si nos describieron fue el dispositivo de seguridad, en el que había varios niveles de interferencia, algunos fulanos que se encargaban de desviar a los meseros que se acercaban a ver si querían pedir algo, otros que se dedicaban a darle unos pesos a los niños que se acercaban a pedir limosna, y otros más que sencillamente le quitaban las cámaras a los más descarados. A lo mejor es por eso que nunca pudieron mostrar la tan solicitada evidencia documental.

Recordé esta anécdota hace poco que vi esta otra noticia. Recientemente atraparon a José Figueroa Agosto, alias Junior Cápsula. Un narcotraficante que podría ser Tony Montana de la vida real. En 1999, el señor Figueroa se escapó de una prisión boricua con una orden de liberación falsa. Y se fue a vivir a Santo Domingo, donde compró varias y muy variadas propiedades. Cuando las autoridades dominicanas allanaron una de sus residencias, encontraron 4 millones de dólares en un Mercedes Benz blindado. Después encontraron un par de Ferrari y animales en un zoológico.

El allanamiento original lo hicieron el año pasado. El señor Figueroa se les escapó en una Grand Cherokee. Como medida precautoria, arraigaron a la señora Sobeida Feliz, dueña del departamento. De 605 mil dólares. Que pagó en efectivo. En unos departamentos con gimnasio, sauna, alberca y helipuerto. Y a los vendedores no se le hizo raro que pagara en efectivo, porque no le encontraron ningún antecedente. Es de lo más normal, ¿o no? Tan es así, que no tuvieron ningún empacho en venderle otro más, en 592 mil dólares.
En fin. Después de que la trancaron, como dicen mis panas, le dieron libertad bajo fianza, y como la señora no tenía nada que ocultar, pos un buen día desapareció. Así nomás. Casi después de un año del allanamiento original, en un dispositivo digno de película de Bruce Willis, los capturaron en San Juan de Puerto Rico. Y no dejó de correr la tinta, describiendo los pormenores de la captura. Por ejemplo, nos informan que la señora Feliz llegó a la cárcel con una bolsa –ejem, cartera- Luis Vuitton. O nos muestran fotos de la señora con casco y chaleco antibalas que me quedarían grandes a mí. Panem et circum. Aunque, como están las cosas, más circum que panem.

Pero… todo esto viene a colación del tema original de este post porque, entre las cosas que encontraron en las propiedades incautadas hay un video en el que aparece el Señor Figueroa Agosto refocilándose con varias mujeres, entre las que figura la arriba mencionada Sobeida Feliz, Mary Peláez y otras más. Si yo fuera el tipo de gente que busca videos gonzo de narcotraficantes –perdón, presuntos narcotraficantes- reconciliando el débito conyugal con sus novias, pondría un link como el que está aquí abajo.


O, fotos como las que se ven a continuación…


De alguna manera, el video se filtró a la calle. Y según este artículo de Time, es el más solicitado entre los vendedores de películas piratas. Eso ya es, digamos, sorprendente. Pero, según el Diario Libre, esa atalaya del periodismo serio de la República Dominicana, ese video está protegido por las leyes del derecho de autor – y van a defender esas leyes a capa y espada, para evitar que… ¿José Figueroa pierda regalías por su actuación especialmente dedicada? o ¿para evitar el daño moral a la buena reputación de Junior Cápsula? Especialmente si el video nunca fue valorado como prueba. Digo… ¿cómo para que andar persiguiendo paterfamilias que sólo quieren ganarse el pan honestamente, con el sudor del culo ajeno?
De verdad que si quisiera, no podría inventarme una historia así.

Ya para terminar ¿qué sería de mi blog si no incluyo la viñeta en la que me imagino cómo fue que el video llegó a la calle? Todo empieza en el cuartel de la Dirección Nacional del Control de Drogas.

-¡Dímelo San Pedro, en que tu ta?
-No, en ná… muchacho, ¿ya viste esta vaina? Mira ese verdugo de Junior Cápsula… se hacía videos rapando con Sobeida.
-¿¡Tú ere loco!? ¿Eh veldá?
-Mira a ver…
Y los dos sagaces servidores públicos se pusieron a investigar el ¿corpus delicto?
-Diablos… tu tá viendo… mira, tremenda diablona…
-Cooooooooño… pero, ese tiguere sí que sabía escogerlas…
-Willy… ¿Qué tu hace? ¿Revisando el radar para que no se meta una yola con droga? Coño, muchacho, ¡no seas pariguayo! Deja esa vaina, que ya son las tres… ya tu sabe que a esta hora los yoleros están en su yaniqueque. Trae la laitó para que me hagas una copia de este video… se lo voy a mandar a mi primo que trabaja en Codetel. Ese bacano si es un enfermo de esto…

Y el resto, como dice el cliché, es historia.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Las Voladoras

Ahora voy a hablar de las voladoras.

Para que mis lectores mexicanos se imaginen una guagua voladora, piensen en un camión guajolotero. Ahora imagínense al guajolotero, pero en una pesera. En el clima tropical de Acapulco. Atravesando el tráfico infernal de Ciudad Nezahualcóyotl. Con un bachatón de tema musical, compitiendo con el cotillo de todos los pasajeros.

Bueno, ¿ya se lo imaginaron? Ahora háganlo aun peor. La suspensión está al borde del colapso por todos los triques que le aventaron encima a la camioneta: costales, muebles de plástico, pencas de plátano, y algún chivo liniero, demasiado salvaje para traerlo dentro del camión. Aunado al brutal tumba-burros que los previsores dueños de la voladora le pusieron al vehículo, para que en caso de un accidente, se destroce el otro automóvil, y con un poco de suerte, también se mueran los tripulantes, para evitar los incómodos trámites de un juicio de responsabilidad civil.

Las voladoras operan más o menos de la misma manera que los peseros mexicanos. Cubren una ruta fija, cobran una cantidad modesta -que siempre es mucho más de lo que en realidad vale el servicio que prestan- y entre terminal y terminal infringen todos los artículos del reglamento de tránsito por lo menos una vez.

Al igual que los peseros mexicanos, un intrépido equipo de profesionales tripula las voladoras. En primer lugar está el chofer. Imagino a los choferes como los vaqueros de las películas de Howard Hawks, sujetos forjados a sangre y fuego, que imponen sus fueros con hierro, y no van a permitir que pequeñeces, como el Río Bravo, o un semáforo, se interpongan entre ellos y su justa recompensa. Y, su complemento es el pitcher de guagua. El pitcher es el primer oficial: se encarga de acomodar a los pasajeros -usando fórmulas como Péguense como anoche- de asegurarse que los pasajeros no abandonen la voladora cuando se está moviendo rápido, y que cuando se salen, estos no respiren antes de abandonar el lugar de los hechos, y lo más importante, de cobrar. Una técnica especial de los dueños de voladoras es enemistar al chofer y al pitcher para evitar que se asocien y transen al dueño… que siempre les paga lo justo.

Ahí les dejo un video de un pitcher de guagua.


Las voladoras están amafiadas en un sindicato, FENATRANO, que está liderado por Osama Bin Laden.


Bueno, no. Por Juan Hubieres, un emprendedor hombre de negocios que sigue los pasos de distinguidos próceres de la humanidad como Jimmy Hoffa, Napoleón Gómez Urrutia o Leonardo Rodríguez Alcaine.

miércoles, 11 de agosto de 2010

El Transporte Público

El transporte público, como todo lo demás en la República Dominicana, es un desorden. Y eso es ser generoso. Bueno. Siendo honesto, no sólo el transporte público es un desorden. Pero hablaré de eso en otra ocasión.


Dependiendo de la distancia a recorrer, existen diversos métodos de transporte, todos ellos mejor sintonizados con precisión, para hacer de la experiencia algo terrible.

Para las distancias largas - transportarse entre pueblos y ciudades- existen las voladoras.

Para las distancias más cortas, moverse a través de las avenidas principales de Santo Domingo, están los carros públicos, conocidos como conchos.

Y para los servicios de última milla, están los motoconchos.

Todos estos medios de transporte son operados por emprendedores dominicanos –también llamados padres de familia- y no se someten a regulación alguna. Es más, estoy seguro que si en algún momento existió, en tiempos del dictador, hoy ese reglamento es más que letra muerta.

Las voladoras, también conocidas como guaguas, son el equivalente dominicano al camión guajolotero. Dan servicio regular entre ciudad y ciudad, con un punto de partida y un destino específicos, y si tienen lugar, se detienen para levantar pasaje.
´


Los públicos son el equivalente dominicano a los peseros de antaño… taxis con servicio de ruta fija, en burocratés mexicano. Generalmente son un sedán japonés con más de 10 años de servicio, convertidos para funcionar con gas licuado.


Y los motoconchos son la más peculiar de las formas de transporte dominicanas. No son exclusivas de la isla, me han comentado de servicios parecidos en Vietnam y China, pero creo no se ve algo similar en el resto del hemisferio. Son motocicletas (motores en dominicano) que dan el servicio de taxi.


A mi regreso de la isla, empezaron a construir el metro. Pero como no lo vi, del metro no puedo opinar.
 
Además de los antes mencionados servicios, existe la OMSA, pero sólo las vi circulando en la Gustavo Mejía Ricart, por lo que no podría decir que era un servicio muy regular.

sábado, 7 de agosto de 2010

No es que desconfie del Diario Libre, pero ya una vez desaparecieron las noticias de la plaza en el canal de la mona. Nomás por no dejar, y conservar esta gráfica para la posteridad, les dejo una imagen del charco del ensanche paraiso, donde casi se ahoga una señora y su hija.
Esta imagen salió de twitter

viernes, 6 de agosto de 2010

La Charcosea

Con las inundaciones y desbordamientos del río Santa Catarina, no puede menos que recordar los épicos charcos de mi segundo hogar, Santo Domingo de Guzmán. Y si, cuando les digo épicos no exagero. Épicos, así como en la odisea. De atravesar un mar en algo completamente inadecuado, luchando con monstruos y enfrentando vicisitudes.


Bueno. A la materia de este post. En el 2002, un poco antes de cambiarme del departamento de Carmen Mendoza de Cornielle a Perantuen. Estábamos terminando de comer Martha y yo en un caluroso día de verano, de esos que ni las cucarachas salen a la calle porque el sol está cayendo a plomo. Cuando, así nomás, se abrió el cielo y llovió a cántaros. Y siguió lloviendo. Y lloviendo… y como en media hora llovieron no sé cuántos milímetros de agua. Lo que si se es que no se veía la 27 de febrero, que debía estar a 100 metros del departamento.

Esto pasó antes de que compráramos el Ocatvia, y no recuerdo bien a bien por que decidimos irnos por la 27, y no por donde siempre hacíamos, para ir al BHD, aunque creo que fue por mí bisoña idea de que, después de la tormenta que había caído sobre la ciudad, la 27 era mejor opción que meterse por el Millón para tomar la Luis F. Thomén, especialmente porque había un tramo sin pavimentar. En fin, la cosa es que en ese aciago día, descubrí que el Golf es un auto bien sellado… tanto así que flota.

Veníamos Martha y yo en la lateral de la 27, en donde inicia el túnel que pasa por debajo de la Churchill y la Lincoln, más o menos por donde está el Adrián Tropical –siempre me ha fascinado que sean tan pocas las calles de Santo Domingo con nombres de próceres dominicanos. A lo mejor es que se les acabaron. But -como van a poner algún día en mi lápida- I digress.

La cosa es que veníamos por la lateral de la 27, cuando llegamos súbitamente a un tapón. De esos que te permiten ver que justo tres autos detrás de ti todo el mundo se desvía para meterse por el túnel, y evitar el taponazo der diablazo donde, claro, estas atrapado. Viéndolos pasar. Mientras que yo nada más veía como, progresivamente, como subía el agua junto a mi auto. Hasta que tapó media puerta. Les estoy hablando como de 50 cm. de agua… en un charco. Y por delante, 300 metros lineales más… con el agua poniéndose cada vez más y más profunda. Mientras que marta que exhortaba vehemente a que no hiciera olas. Porque se estaba mareando con la acompasada meneada del coche mientras avanzábamos por la laguna improvisada. Bueno. Siempre he creído que si te vas a meter a un charco con tu coche, hay que hacerlo sin pensarlo dos veces, porque ahí es cuando se apaga el coche y vale madre. Y parece que no era el único, pues súbitamente pasó junto a nosotros un tráiler que terminó de convencer a Martha de que yo no era el que estaba haciendo las olas… más bien, estas se hacían solitas. Imaginen la escena.

Martha y yo, en el Golf. Martha esta visiblemente alterada, pues nomás ve como sube el nivel del agua. Y me pide que “deje de mecer el coche”. A lo que le respondo que yo no estoy haciendo nada… el coche se mece solito. Yo ya estoy sospechando que algo no anda bien, cuando oigo que del escape empiezan a salir burbujas, así como de motor fuera de borda. Y, súbitamente, como salido de una epopeya homérica, pasa este tráiler (patana les dicen en Santo Domingo, ustedes dirán por qué) junto a nosotros, y nos cubre completamente de agua… y vuelve a agitar el coche, como coctel de James Bond (shaken, not stirred).

Cuando llegué a contarles a mis amigos sobre la inusual travesía del lago frente a Plaza Lama, se sorprendieron mucho. No de que se hicieran estos charcos… sino más bien de qué Plaza Lama hubiera permitido semejante chambonada frente a su nueva tienda. Y empezaron las notas de color.

Resulta que Tico y Flaviá tenían la costumbre de irse a nadar a un charco que se hacía por su casa – o era en el de la 27 con Duarte. Y de ahí me enteré de la costumbre de irse a bañar con agua de lluvia, y especialmente de la primera lluvia del año, a casa de tal o cual fulano, donde había un caño. Para los que intenten repetirlo, Rhino me recomendó que, antes de salir a bañarse con agua de lluvia, te des un regaderazo rápido y te enjabones, porque el agua de lluvia NO hace espuma, pues es agua destilada.

Pero la anécdota más, trágica, fue la de la familia que se ahogó en un charco.

Antes de que hicieran los elevados de la 27, en la Duarte y 27 había un paso a desnivel, donde se hacía un charco bastante profundo. Lo suficiente como para que cuando caía un auto ahí, se mojara el distribuidor, y hubiera que esperar a que pasara la lluvia para ir por una grúa para sacar el auto. Pues una familia de nueva york venía por la 27, en un inmenso sedán norteamericano, y no sabían que en ese puente seco se hacía un lago. Y… tristemente, los vidrios y seguros eléctricos del coche hicieron corto circuito. Y el auto se convirtió en una tumba sumergida.

Así nomás como para variar, ahora si tengo una evidencia documental de los charcos legendarios de la República Dominicana. El 21 de julio, el Diario Libre reporte que la señora Tania Torres y su hija de tres años casi pierden la vida cuando la Honda CRV en la que viajaban se quedó varada en un charco. Y bueno… aquí solo puedo especular sobre el proceso mental de la citada señora Torres.

-Uhm, y ese charco… diablos, se ve grande… pero… na… eso no eh ná… que al fin y al cabo, para eso tengo yipeta… seguro paso por ahí… ese tiguere de James Bond pasó en un carrito pequeñito, pequeñito, no pasaré yo en mi CRV- y creyendo que con tracción en las cuatro ruedas, su CRV iba a poder sortear un lago.

Y creo que no fue así.

sábado, 10 de julio de 2010

Motín abordo

Después de narrar que pasa cuando se viaja al Aeropuerto Internacional de Las Américas, les voy a contar de la vez que y yo casi hacemos un motín abordo de un avión de American Eagle.
Siempre he dicho que las novelas de James Bond ocurren en Jamaica y Bermuda porque en Santo Domingo no podría haber espías. Sencillamente, se mueren de hambre.
Y es que si meterse en lo que no te importa fuera deporte olímpico, Santo Domingo tendría oro, plata y bronce, en todas las categorías. Armado con este conocimiento, un día que regresábamos del Company Meeting en Puerto Rico, veníamos platicando de lo metiches que son los dominicanos. Y Tico me dijo algo así como "¿Quieres ver algo divertido? Acecha..."

Y empezó el experimento.

Una vez sentados en la sala de espera, Tico empezó con
-Diablos, soñé con agua... litros y litros de agua. ¿Qué tú crees? ¿Tendrá algo que ver con nuestro viaje?
Y yo le contesté
-¿Porque vamos a volar sobre el canal de la Mona? No, no creo que nos vayamos a estrellar ni nada por el estilo. Esos aviones ATR son muy seguros.-
En ese momento, sentí como que las conversaciones a nuestro alrededor se atenuaban un chín.
-¿Tu crees?-reviró Tico-Mi abuela decía que yo era vidente. Que las vainas que soñaba se cumplían.
-No Tico. Estos aviones se caen uno cada veinte años. ¿Cuando fue el último accidente de un ATR de American Eagle?
-Mierda... en el 82. Hace como 20 años, precisamente
-¿¡Neta!? Mira que coincidencia,
-Déjame meditar y concentrarme- y se puso a hacer gesticulaciones con las manos.
A lo que le contesté, visiblemente alterado, y quizás un poco más alto de lo que es correcto en una conversación educada
-Tico, no haga eso, porque azara.
Y justo en ese momento sentí como bajaba dos grados la temperatura en la sala de espera, Y si la tensión del ambiente se pudiera cortar con un cuchillo, hubiéramos necesitado un machete para alegrar a nuestros compañeros de viaje,
-Es verdad. Hablemos de otra cosa.
-El otro día vi Aeropuerto 77 en la tele.
-Mierda… ¿la del avión que se hunde? Esa es aperísima.
-Si mi hermano. ¿Tú crees que los ATR queden sellados como el 747 de la película?
-Yefácil… ¿Qué tú no has visto que no se presurizan esa salchichas, y por eso vuelan tan bajo? Los otros días alcancé a ver las aletas de los tiburones en el canal…
-Oye, ¿y le pusiste nombre a tus maletas?
-No, ¿Por qué?
-Para que sea más fácil entregársela a tus deudos, en caso de accidente. Yo siempre lo hago.
-Es verdad. ¿Tú sabes por que no hay que desabrocharse el cinturón de seguridad del asiento?
-No ¿por?
-Para que cuando encuentren tu cadáver, sepan de quien es… por el número de asiento.
Y así seguimos 20 minutos más… platicando inocentemente de cuando nadé de Roqueta a Caleta y de regreso, y no se veía el fondo del mar, y yo solo esperaba que en cualquier momento saliera un Mesonychoteuthis hamiltoni. O recomendándole a Tico que si nos íbamos a estrellar, cerrara los ojos porque los muertos con los ojos pelones se ven re feos.

Entretenimiento casual, parafraseando la publicidad de una marca de ropa femenina muy solicitada en este país.

Cuando subimos al autobús que nos llevó al avión, la acostumbrada algarabía de los viajeros dominicanos que regresan a su país brillaba por su ausencia - lo cual no puedo decir que me molestara del todo. Un pasajero había estado bebiendo, y estaba balbuceando tarugada y media de una novia que tenia en Santiago. Nadie le hacia caso.

Subimos al avión. Y cuando estábamos despegando, se escuchó un golpe fuerte, metálico, acompañado de una pequeña cabriola – nada del otro mundo, y les diré que bastante común en los ATR que viajan a Santo Domingo. Y creo que el grito de los demás pasajeros se escuchó en Reykjavik.

Entretenimiento casual.

viernes, 9 de julio de 2010

La gallina de los palés de oro

Ahora que Octopus Paul tiene a todo el mundo maravillándose de los poderes psíquicos del reino animal, yo no puedo evitar el bostezo, y decir been there, done that. Y, es que por muy maravillosa que sea la historia del pulpo que predice el futbol – palidece ante la de la gallina que predice la lotería. Y acabó en los tribunales.

Resulta que en Santo Domingo hay unos negocios llamados bancas -no se cuan legales sean, pues al fin y al cabo el juego de azar está permitido en el país- donde se juega una variedad exótica del Melate (Powerball, para los que nunca pasaron por México pero si por California, y para los demás, sorry, tuff break) llamada palé que se define con los números de la lotería. ¿Cuál lotería? Bueno, pues la que se deje. Puede ser la dominicana, la de Caracas, la de Madrid… o hacer los propios sorteos en la banca. Hay incluso una versión electrónica, de la que también tengo algo que contar... en otro momento.

Rhino me cuenta que cuando empezaron las videocaseteras, a muchos banqueros les dio por grabar los sorteos de la lotería de Caracas, que al parecer es la más socorrida por –escuchen esto- honesta, y después poner los sorteos grabados. Claro que como sabían que números iban a ganar, pues nunca aceptaban esas combinaciones.

Y eso nos lleva al extraño fenómeno del palé orejeado. ¿Cómo es eso? Fácil: alguien se entera de los números que van a salir en el Palé, ya sea por conocimiento previo del videocasete que van a exhibir, por estar coludidos con la lotería, o, por conocer los números mediante la intervención de un oráculo, como sucedió en el 2003.

Por ese tiempo, estuve trabajando en los tribunales de ciudad nueva, asesorando a un socio de negocios de Microsoft, en la migración de su sistema de asp y vb clásico, a .NET

Ahí en esos tribunales tuve un encuentro cercano del tercer tipo con la justicia dominicana, con sus peculiares atuendos
y sus aún más peculiares tradiciones, como usar el birrete de la suerte, o ponerse la toga al revés… en fin.
Bueno, no es cierto. Ya había tendio un encuentro con la justicia dominicana, cuando tramité mi residencia temporal, y los bizantinos tramites que había que cumplir. Cuando le pregunté a Flaviá por que sus leyes eran tan complicadas, su respuesta fue inesperada: es que están basadas en las leyes francesas. Puede ser. No conozco el derecho napoleónico.

Pero les platicaba que, por esas fechas, un banquero se negó a pagar un palé porque estaba orejiado. Y, lo llevaron a los tribunales por fraude. El argumento del banquero era: “no puede ser posible que haya apostado tanto al primer lugar si saber de antemano que números iban a salir. Este tenía una oreja.”

Digamos que muestra una falta seriedad absoluta por parte de la industria, y que sabiendo que no es la primera vez que sucede, me pregunto ¿cómo es que se los dominicanos siguen apostando palés en las bancas?… pero, eso es como preguntarse, ¿por qué es que el cielo azul, o las cosas caen al piso? Es como una ley de la naturaleza.

Y la respuesta del demandante era igual de… dominicana. “la gallina me dio los números”. Así es: una gallina predijo los números del palé. Y su dueño, muy obedientemente, apostó una lana a las predicciones de la gallina. Y antes de que se rían, piensen que en Alemania interrumpieron la programación habitual para ver al pulpo Paul predecir el resultado de la final del mundial.

El juez, genuinamente intrigado por el caso, hizo lo que todo otorgador de justicia equilibrado e imparcial del mundo hubiera hecho: mandó a dos alguaciles para que trajeran a la gallina, custodiada para evitar que le dieran gato por liebre, y la entrevistó para oír su versión de los hechos.
Bueno, esto último no. Lo de la entrevistada, porque lo de los alguaciles si sucedió.

Una vez que tenía a la gallina en su presencia, el juez pidió una predicción de los palés… imagino que para hacerse una idea sin prejuicios de la efectividad de las dotes de la gallina. Imagino que las anotó para mandar a la secre a comprar unos palés, únicamente con fines ilustrativos, claro está.
Y sospecho que fue en este lance que trascendieron los números de la gallina.
Se armó el juidero.
Todos los empleados de tribunales querían comprar ese palé. Y las bancas aledañas a ciudad nueva se negaron a vender esas boletas.

Huelga decir cuales fueron los resultados.

Lo que no supe fue si en algún momento le regresaron la gallina al dueño original.

O mejor aún, si le pagaron.

Aunque, creo que sus argumentos perdieron mucha credibilidad con el juez.


Ya los escucho… “a ver… me estas diciendo que dos alguaciles armados, con uniforme, fueron por una gallina, para presentarla en el tribunal como testigo de calidad en un juicio comercial”

A lo que les contestaré “no creo que como testigo, más bien como evidencia, pero sí, la sacaron de su gallinero y la presentaron en el tribunal”

“Güey, y lo dices así nomás, sin cagarte de la risa…”

A lo que solo les puedo contestar

“¿Qué te hace pensar que no estoy cagado de la risa?

viernes, 2 de julio de 2010

Las Aventuras del Vuelo de Regreso a Las Américas.

Recientemente he estado viajando mucho a Monterrey. Y me acordé de los múltiples viajes que hice entre SDQ y SJU, SDQ y MIA, SDQ y EIS, SDQ y BGI… la idea es esa.


Y me doy cuenta de lo peculiar que es el viaje en aeroplano desde y hacia la República Dominicana.

Lo primero y más fácil de comentar es la costumbre que tienen de aplaudir cuando los aviones llegan a Santo Domingo. Sí, imaginen todo el avión, un venerable A300 de Aamerican Airlines, zarandeándose como solo puede hacerlo una lata de aluminio y polímeros en la brisa tropical, aterrizando con el lado izquierdo primero, y luego aplicando los frenos intempestivamente. Después de la zarandeada del viento cruzado, viene la zarandeada de la súbita desaceleración. Y… cuando el avión por fin se detiene en un extremo de la pista, un aplauso espontáneo recorre la aeronave, sin importar la clase en la que se viaja. La primera vez me pareció curioso, alguna especie de ritual para apaciguar a Éhecatl, o a Guabancex(). La segunda vez… pues ya estaba perdiendo la novedad. Pero ya para la décima, se estaba volviendo francamente molesta.

Pero, aplaudir cuando aterriza el avión es apenas el comienzo de las peculiares costumbres dominicanas que se observan cuando se viaja a Santo Domingo. Es más o menos común ver que los dominicanos que vienen a pasar un tiempo con la familia desde Nuevayol, se cuelguen de joyas, collares y anillos, cultivando una estética digna de Tony Montana. Me explican mis panas que la idea es demostrar que se tiene el puro billete tosco –están en buena, como se dice en buen dominicano- desde que emigraron a lo EE.UU. Sin embargo, la parte que dejan fuera es que esa joyería la rentan a precio de oro –que ocurrente ¿no?- en las casa de empeño que abundan en sus barrios.

Lo que es menos común es ver como, nomás se bajan del avión, le entran a golpes a los hijos, con la admonición de “esta pela me la debes de los otros días que ”. Los criollos se esperan a repartir tundas nomás pisan su tierra natal porque en Nueva York o Puerto Rico, los niños, nada pendejos, los tienen amenazados con llamar a la policía y a child protection services si les pegan una pela, como se dice, de nuevo, en buen dominicano. Y, se preguntarán mis queridos lectores, ¿Qué hacen las autoridades dominicanas, apersonadas en los inspectores de migración parados al lado del avión, cuando ven eso? Solidariamente apoyan a las mamás al grito de “déeele doña, pa’ que aplenda el tiguerito a compoltalse”.

Otra cosa más o menos común es que los dominicanos nomás se suben al avión buscan donde dejar sus féferes. Lo terrible es que lo hacen, generalmente, en el primer compartimiento que ven. Si a eso le sumamos que primero suben las últimas filas del avión, no encontramos con que los compartimientos se llenan de adelante hacia atrás, mientras que los aviones se llenan de atrás hacia adelante. Si a eso le sumamos que, como dije antes, los dominicanos salen corriendo por sus cosas nomás parece que el avión se detuvo, podremos inferir que se hace una dinámica interesante cuando los pasajeros del frente quiere ir hacia atrás por sus carry-ons, mientras que los de atrás quieren hacer precisamente lo contrario.

El caso más patético de este comportamiento lo vi cuando una señora estaba como loca buscando su pasaporte.

Que había dejado en una bolsa de plástico.

En la bolsa del asiento.

En otro asiento que no era el suyo.

Es evidente que no voy a agotar el tema con un solo post, por lo que dejaré esto para una subsequente entrada en este blog.

lunes, 24 de mayo de 2010

¿500 dólares?

Cooooooño... ¿mi blog vale 564 dólares? El primero que aparezca con 564 dólares, se lleva mis anécdotas en un paqute.

El extraño caso de los billetes de 500 pesos.

Uno de los casos más peculiares que recuerdo de mi estancia en Santo Domingo es el que llamará “el extraño caso de los billetes de 500 pesos”. Y… mierda, nada más de acordarme me gana la risa.

Corría el año de 2002, cuando Jorge Bedoya, igual de ocupado que yo, entró al salón de MCS con el periódico del día. El señor Bedoya había descubierto la que debe estar en los primeros 10 lugares de noticias inverosímiles.

Resulta y viene a ser que un señor en Moca fue a presentar una demanda en contra de un brujo por -escuche usted- fraude.

La historia era más o menos así: el demandante se acercó a un brujo, que muy solicito, y a cambio de una cuota fija, le ofreció el que debe ser el mejor negocio del mundo. Tomar billetes –en Santo Domingo les dicen papeleteas- de 20 pesos, y convertirlos, por sus artes mágicas, en billetes de 500.

Sin ir más lejos, hay miles de preguntas que, al escéptico natural que escribe esta vaina, se le ocurren, siendo la principal
Si el tíguere ese puede convertir billetes de una denominación a otra, ¿cómo para qué carajo tiene que cobrar?
Pero, eso no es todo… ¿Cómo para qué tendría que hacer pública la proverbial mina de oro?

Pero, yo no estoy aquí para juzgar a ese pendejo, sino para aguantarme la risa el tiempo suficiente para acabar este blog post. Y es que la cosa no termina ahí. Para lograr su cometido, el nigromante requería diversos ingredientes, entre los que estaban cigarrillos. Si, cigarrillos-de tabaco. Y me imagino que el demandante estaba fumando de los otros cuando se le hizo buena idea pedir el encargo… but I digress, como dicen north of the border.

Después de llevar una cantidad importantes de billetes, y paquetes de cigarros al brujo, este le dijo al demandante que regresara después de tres días, y ahí iba a estar su dinero. Y que entonces le pagara sus honorarios. Pero el demandante sospechó que lo querían timar cuando, después de una semana, el brujo no sólo no había producido los billetes de quinientos pesos… además, no aparecía, punto.

Y es que no me quiero ni imaginar la escena en el ministerio público de Moca:

-Miiiiiiire, vengo a levantar una demanda por fraaaauude…

-¿Y que tú dices que pasó?

-Pues naaaa… (y le relata lo que sucedió).

En ese momento, el juez da un manotazo sobre la mesa, y dice algo como

-Pero……… tu tá relajándome, eso no he veldá.

-Nooooooooo…eso ehasí.

-Cooooño. ¿¡Wilmer, que tútaciendo!? Denuncia de asesinato… dejaesavaiana y coje pacá, que el muelto, pos yasta muelto, no se va a ir…tú tiene que oír eto…

El juez, visiblemente perturbado (porque no se aguanta la risa) le pide al demandante –don, ecúseme, peeero, repita su declaración, por favor…

Y después de que el demandante repite su declaración…

-Wilmer, ¿tutá oyendo? Oyesavaina… papeletas de 20 para 500, y apalte, cigarrillos… diablos, por eso no aparece el tiguere…cójeme el celular y vamos a llamar a Jochi Santos…¿Qué tu crees? JAJAJAJA oyesavaina…

A veces la realidad supera a la ficción. Porque, de verdad, me cae que si me invento este cuento, me mandan al demonio por pendejo.

Desafortunadamente, no tengo la referencia documental del artículo, pero, como no me canso de repetir, todo lo que aquí refiero, es verdad. Yo lo ví con estos ojos que se han de comer los gusanos.

sábado, 22 de mayo de 2010

Entomología Cosmética

La República Dominicana tiene una larga tradición en la elaboración y comercialización de los mal llamados "productos milagro". Nosotros los continentales los llamamos así porque no tenemos ese laisez faire isleño que hace falta para comprender que la mitad del remedio está en el paciente que quiere mejorarse.

Y para ejemplos, bueno, el país es ubérrimo. Salta a la memoria el caso de la llamada mamajuana, un menjurje a base de diversos palos y, en algunos casos digámoslo, miembros de animales. Al que se le atribuyen muchas y muy variadas características, entre las que podemos mencionar combatir la fatiga, la cura de los vientos bajo el brazo, ser auxiliar en el trato de tumores, y restituir el vigor en los añosos caballeros.

Yo, en lo particular, no tengo nada en contra de estos remedios naturales. Es más todos los días me bebo un jugo de nopal antes del desayuno.

Pero si me pongo chivo -dícese del fulano que se toca la barbilla y, entrecerrando los ojos y con en ceño fruncido, da un paso hacia atrás, como dudando de lo que le están refiriendo- cuando un producto ofrece mil y un resultados diversos, como curar la alopecia, la hepatitis, la tuberculosis o el lupus. A saber:


Y, de nuevo, no es que yo desconfíe de los productos milagro, pero…. Carajo, ¿Semen de Hormiga? ¿Cuántas hormigas hay que… este, ejem, uhm,… “ordeñar” para sacar una ampolleta? ¿Cómo saber si es hormiga varón u hormiga hembra? Además de que está jodón agarrarlas al vuelo. Porque, sería bueno recordar que los zánganos de hormiga salen en tiempos de lluvia a hacer el vuelo nupcial. Y después las hormigas hembras los descuartizan. Y no vuelve a aparecer una hormiga varón en el hormiguero.

Una cosa hay que conceder... el tiguere es honesto cuando dice que el cabello perdido "lo recuperaras por arte de magia".
El mundo espera respuestas. Pero… creo que tendrán que esperar un poco más, porque Ramón no me contestó al celular.

sábado, 23 de enero de 2010

"Doña, apéeme esos plátanos"

Uno de los motivos por los que me fui a vivir a Santo Domingo, fue la promesa de que iba a viajar. Y anderdiablo, me la cumplieron. Pero no fui el único. Mi pana Rhino también junto millas de viajero frecuente.
Me cuenta Rhino que, en una ocasión, mientras estaba en Colombia, vio unos plátanos mal estacionados en la cocina del hotel donde se estaba hospedando. Como Rhino hacía y deshacía a su gusto y conveniencia en ese hotel, pues se le ocurrió que era el momento de prepararse un mofongo. Porque, alguien que ha vivido fuera de su país debe entenderlo, la comida típica del otro país no satisface igual que la del propio.
Según me acuerdo, la cosa estuvo más o menos así:
Llega Rhino a la cocina, donde lo saludan y le preguntan que quiere comer, ofreciéndole el menú del día. Rhino les revira preguntándole se quieren aprender a hacer un platillo típicamente dominicano. La cocinera dice que sí. Y Rhino le dice “doña, apéeme esos plátanos.”

Después procede a explicarles como deben hervirlos.
Mientras Rhino se va a jugar pool.
Cuando ha pasado el tiempo adecuado, Rhino regresa a la cocina a explicar la siguiente parte del proceso:

“Bueno doña, ahora, asústelos”

Asústelos. Cuando el plátano ha hervido, se pone en agua fría, y se pone blanco. De ahí, lo de asústelos.
Y después viene la “partida en cruz”.
Y después de leer este post, me doy cuenta que jamás voy a tener la gracia natural de Rhino para hacer el cuento de la apeada de plátanos.