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lunes, 19 de octubre de 2009

La unica y verdadera historia de como recuerdo los cuentos del maremento del 98.

Hace unos años, en un arranque de Charles Ingalls, decidí irme a vivir a la República Dominicana.
Y, bueno, que país. André Bretón dijo lo que dijo de México en el 38 porque no paró en Santo Domingo*. Como me divertí los cinco años que viví en la isla.

Con esta anécdota, inicio un blog en el que pretendo, Dios mediante, compartir algunos de los mejores momentos, y mejores anécdotas, de mi vida dominicana.

Bueno.

Aquí les voy a contar lo que recuerdo del Maremoto del 98.

Un poco de Historia

En 1998, el huracán Georges devastó la República Dominicana. Cuando el huracán estaba tocando tierra en la península de Samaná, a unos 250 kilómetros de Santo Domingo, el encargado de la defensa civil estaba saliendo en televisión diciendo que no había nada que temer, y que el huracán se había desviado. Los dominicanos, poco propensos a la prevención, se lo tomaron muy en serio, y no se pertrecharon contra el huracán que más daño ha hecho en la historia dominicana.

Fue un desastre.

En el parque mirador hay unas bancas de concreto, construidas en la misma banqueta. El huracán las arrancó y se las llevó volando. Algo así como el 4% de la población total del país quedó damnificada, y los daños estimados en algo así como 2.2 mil millones de dólares de 1998, antes de Bush y antes del Euro. Esos son billones gringos, por cierto. En fin. Un autentico desastre.

Al poco tiempo, cuando apenas estaba recuperándose la normalidad -algunos me dicen que recién esa noche volvió la luz y se prendían los aires acondicionados- empieza el rumor del maremoto.
La historia era más o menos así:

3 de la mañana: suena el teléfono.

-Fulano, ¿tu etá ahí? Peeeeeero, ¡tuereloco! ¿No has oído la vaina del maremoto?
-No relaje, ¿qué maremoto?
-Pues el maremoto. Ya arrasó con San Pedro (de Macorís, una ciudad al este de Santo Domingo), y viene con una velocidad de traslación de cuchucientos kilómetros. Miiiiira, ¡esa vaina e fuelte!

En ese momento, una persona calmada pensaría: maremoto. Uhm... ¿a poco se puede predecir el maremoto? Y cuchucientos kilómetros de San Pedro que está a x kilómetros de aquí... mierda, esa madre ya llegó. Pero sigo seco. Ergo... es un cuento. Pero, a Fulano lo acaban de despertar. Y el latinoamericano en general, y el dominicano en particular, no es muy adepto a la calma. O a pensar.


Entonces Fulano corre a la venta a ver qué pasa ... y ve a todo el barrio en la calle, voceando que viene el maremoto. No importa que Fulano viva frente al malecón y pueda ver el mar, singularmente tranquilo, como sucede después de un huracán.


-Cooooooooño pana, miiiiiiira, gracias por avisar... ¿que eloque hay que hacé?
-Mira Loco, hay que cojer pa'rriba, ¡porque esa vaina arrasa con to!
-Si, ahora mismo me cojo mis féferes y voy pa'l mirador.

Y así, en traje de deidad polinesia (http://www.peabody.harvard.edu/node/458) salieron corriendo miles (¿millones?) de dominicanos, a encontrarse con una multitud que no se ve normalmente a las 3 de la mañana en la calle. Ni a las 8. Ni a las 10.

Con lo más preciado a cuestas. Niños de pecho. Abuelitas. Televisiones. O botellas de ron. Y así, en compañía de perros, gatos y cangrejos, se encaramaron al parque Mirador Sur. Una zona protegida en la mitad de la ciudad, y si la memoria no me falla, con una extensión de 10 kilómetros, sobre un farallón a unos 20 metros sobre el nivel del mar, y que por lo tanto tiene una vista privilegiada del mar de las Antillas. Justo el lugar para ver llegar el maremoto. O para ver que no existe el maremoto. Y muchos, nomás por las dudas, se amanecieron en el mirador, huyendo del maremoto.

Y mientras eso sucede, no falta el desaprensivo que, después de tomar una ducha, sale todo mojado gritando "ahí viene el agua, cuidao con el maremoto, que ahí viene el agua". Lo cual causa miedo entre la población.

Pero no tanto como cuando aparece la guardia civil y anuncia "Atención, atención: no hay ningún maremoto. Se avisa a toda la población que regrese a sus casas y siga durmiendo, porque no hay ningún maremoto, ni nada que temer".

La misma institución que había dicho que el huracán Georges no iba a pegar en la República Dominicana.
En ese momento fue que cundió el pánico. Y todos salieron corriendo al mirador, o más arriba aun.

Hay quien dice que recobró la compostura llegando a Santiago de los Caballeros.

Me imagino un monólogo más o menos así:

Ven acá... pero, un maremoto no se puede predecir... y según a la hora que me avisaron, ya había arrasado San Pedro. Si fue así, ¿quién les avisó originalmente? En fin. Hay que prender el radio, a ver qué dice....
----- amance otro día en Santo Domingo, a pesar del juidero del maremoto. Pana, si tú cogiste para Santiago, regresa ya mismo porque te toca ir a trabajar y vas a llegar tarde ---

Esa noche hubo llamadas de larga distancia, de parientes en España llamando para avisar del maremoto.

Después de mucho investigarle al maremoto -osea, después de buscarlo en Google antes de escribir este post- encontré tres posibilidades para el origen del maremoto.
  • Un brujo que lo predijo en San Pedro de Macorís.
  • Un bombero que tenía una pesadilla después de ver películas de tsunamis.
  • Y un borracho.
Y también me cuentan que el del 1998 no fue el primer pánico colectivo por un maremoto en Santo Domingo. En 1946, un terremoto en la costa norte causó un pequeño tsunami que sí arrasó con un pueblo de pescadores. Y la población entera de Santo Domingo, que está en el sur de la isla de la Hispaniola, corrió desaforada a buscar protegerse del maremoto. La abuela de un pana mío, se acuerda de los enfermos del hospital padre Billini corriendo por la calle, en pijama y con el suero a rastras.

Ya para cerrar, agrego las palabras de ese gran filósofo, observador incansable de la dominicanidad, Don Alberto Perdomo: "si a ti no te llamaron esa noche, coño, a ti no te quiere nadie".

*Eso no quiere decir que los mexicanos no seamos surrealistas.

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