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martes, 20 de octubre de 2009

La vaguadita (parte II)

Pues ya más tranquilos decidimos irnos a visitar la piscina, una bahía donde se puede pasar a tomar un momento de solaz y esparcimiento en un agua cristalina. El agua estaba tan tranquila y cristalina que se veía el fondo. Y la verdad es que no se podía medir bien a bien la profundidad. Eso sí, se veían unas estrellas de mar en el fondo.


Cuando llegamos, como que nadie se quería aventar a nadar, arguyendo múltiples razones, desde el cansancio (mi esposa) hasta, más honesto, que no sabía nadar y le daba miedo (no voy a decir quien fue, solo diré que me gana en lo porcelanizado). Yo, que no estaba para escuchar, digamos, opiniones, me quité la camiseta y, haciendo mi mejor imitación de Johnny Weismüller, me aventé un clavado que envidiaría el mismo Chanoc.

Solo que no medí bien la profundidad. Y me raspé toda la panza.
Muy molesto, decido pararme en el fondo, para ver que tan honda estaba la piscina. Cuál sería la sorpresa de todos cuando vieron que el agua me llegaba a la cintura. Ahí mismo se olvidaron todos de que estaban cansados o que no querían volver a mojarse, y se aventaron a la piscina.

Ya más tranquilos, todos flotando en la piscina, empieza a llover. No mucho. Ni muy fuerte. Un chin, como dicen en Santo Domingo. Y entre todos decidimos regresar, antes de que se pusiera muy necia la corriente.

Y ya en la lancha, empieza a llover un poco más.
Y más.
Y todavía más.

En una de esas, el capitán me recomienda que guarde la cámara debajo de un tablón, porque se iba a mojar.

Y sigue cayendo más agua.
Y todavía más.
Y aun más… bueno para no hacérselas cansada, el cielo se estaba cayendo. Y no veíamos a más de 10 metros delante de nosotros.
Y no veíamos la costa.

Bueno loco, ¿y eso qué?

Se les ha de estar olvidando que Santo Domingo no es, digamos, una economía de la OCDE. Los pescadores no andan con GPS, brújula radio y teléfono satelital con que llamar a la guardia costera. Es más, creo que no hay guardia costera en Santo Domingo. Y nuestro capitán usaba la costa como referencia de a dónde íbamos. Algo así como tierra a la izquierda, vamos a la Saona. A la derecha, vamos a Bayahibe.

Pero eso no es lo mejor. La cosa se puso buena cuando oigo que se para el motor. Y volteo a ver a nuestro capitán sacando agua de la lancha. Ahí fue que de verdad dije “ya-valió-madre” Si, con todo y los guiones.

Cuando llegamos a Bayahibe, nos había caído tanta agua encima que no fue necesario darnos un regaderazo para limpiarnos la sal.

Y cuando llegué a Santo Domingo, vi que el huracán Erin estaba detrozando Miami. Y que la cola del huracán estaba más o menos sobre Bayahibe.

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